Erase una vez una carrera de sapos en el país de los sapos. El objetivo consistía en llegar a lo alto de una gran torre que se encontraba en aquel lugar. Todo estaba preparado y una gran multitud se reunió para vibrar y gritar por todos los participantes.
Una mujer salió de su casa y vio a tres viejos de cabelleras blancas sentados frente a su jardín. Ella no los conocía y les dijo:
No creo conocerlos, pero deben tener hambre. Por favor entren a mi casa para que coman algo. Ellos preguntaron:
Dos ángeles viajeros se detuvieron para pasar la noche en la casa de una familia adinerada. La familia era poco hospitalaria y alojó a los ángeles en un rincón en un sótano alejado y frío. Mientras los ángeles se instalaron en sus camas en el suelo del sótano, el ángel más viejo vio un agujero en la pared y lo reparó.
Una mañana agitada a las 8.30, un señor mayor de unos 80 años, llegó al hospital para que le retiraran los puntos de su pulgar. El señor dijo que estaba apurado y que tenía una cita a las 9.00 am, el doctor le pidió que tomara asiento, sabiendo que quizás pasaría más de una hora. Lo vio mirando su reloj y decidió examinar su herida.
Un hombre mayor y frágil fue a vivir con su hijo, su nuera y su nieto de cinco años. Las manos del anciano temblaban, su vista era borrosa y sus pies vacilaban.
Todos cenaban juntos en la misma mesa. Pero al abuelo empezaron a caérsele los guisantes por el suelo y a derramar el vino en el mantel. El hijo y la nuera se sentían cada vez más incómodos e irritados.
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